Hace unos meses con el colegio nos fuimos de viaje de estudios a Roma.
Justo fuimos la semana antes de Navidad y todo estaba iluminado y adornado con árboles de navidad y belenes. Unas fechas muy bonitas para ir, pero con un tiempo no tan bueno, ya que hizo mucho frío y algún día llovió.
Este viaje comenzó un sábado, cuando teníamos que empezar a hacer las maletas y preparar todo para esta gran experiencia. No solo había que llevar la ropa necesaria, y el equipaje que cualquiera se lleva a un viaje, como el de dinero o alguna cámara de fotos; sino que también había que llevar ilusión y sobre todo ganas de aprender y de disfrutar de este gran viaje.
Una vez que ya teníamos todo el equipaje preparado tocó despedirse de nuestra familia, ya que el domingo teníamos que estar en el aeropuerto a las 5 de la mañana. ¡Sí, a las 5! ¿Creéis que pude dormir algo esa noche? ¡Claro que no! Estaba tan contenta y tenia tantas ganas que me fue casi imposible dormir algo. Al fin llegamos al aeropuerto y estaba repleto de gente del curso, ya que todos viajábamos en el mismo avión. Estuvimos esperando un gran rato hasta que por fin pudimos subir al avión. Y aquí pude decir: "¡Oficialmente nos vamos a Roma!"
Vista de la Basílica de San Pedro desde el Castell Sant'Angelo |
Los siguientes días ocurrió un poco lo mismo, caminamos y caminamos (casi sin descanso) pero mereció la pena. Visitamos un montón de sitios como el Palatino, el Foro, el Coliseo, la Basílica de Santa María la Mayor, el Moisés de Miguel ángel, las catacumbas, la Basílica de San Pablo de extramuros... A cada sitio que íbamos con daban una pequeña charla de lo que se hacía en esos sitios. También teníamos tiempo libre y luego...¡vuelta al andar!
De las cosas más bonitas que hicimos fue el pasear al atardecer por el barrio del Trastevere, todo lleno de luces y precioso. Otra de las cosas más llamativas fue, como no, La Capilla Sixtina, tan grande y llena de decoración y... simplemente ESPECTACULAR. Otra de las excursiones que merece la pena es sin duda, las vistas desde la azotea del Monumento a Victor Manuel o desde la cúpula de la Basílica de San Pedro, desde la cual puedes ver toda Roma bajo tus pies.
Sinceramente, ha sido un viaje lleno de sorpresas y experiencias, tanto buenas como malas, que creo que jamás me podré olvidar de ellas, ya que algunas me han dejado huella para el resto de mi vida.